Yucatán se está calentando a un ritmo alarmante. En las últimas tres décadas, las temperaturas promedio han escalado 0.30°C por década según registros oficiales de CONAGUA, acumulando casi 0.87°C desde 1995. Este incremento no es solo un dato en un informe científico—es una realidad palpable que los yucatecos experimentamos durante las temporadas de calor, cuando el termómetro supera con frecuencia los 40°C.
La trayectoria es inquietante: los modelos climáticos proyectan que para 2030, apenas cinco años desde ahora, las temperaturas máximas podrían alcanzar los 44°C o 45°C en los meses más calurosos, mientras que para 2050, el mercurio podría dispararse hasta los 47°C, una cifra que transformaría radicalmente nuestra forma de vida en la península.
El análisis de los extremos térmicos revela datos preocupantes. Las temperaturas máximas absolutas han alcanzado valores consistentemente elevados, particularmente en la última década, con registros que han superado los 40°C durante los meses de abril y mayo. Los datos muestran que estos picos de calor extremo están ocurriendo con mayor frecuencia, sometiendo a la población a condiciones cada vez más severas.
Urbanización intensifica calor local
Las causas de este fenómeno son múltiples, pero destacan factores tanto globales como locales. A nivel planetario, el cambio climático y el aumento de gases de efecto invernadero establecen un marco general de calentamiento. Sin embargo, a nivel local, el crecimiento poblacional y la urbanización acelerada, especialmente en Mérida, juegan un papel destacado en la intensificación del calor.
El fenómeno conocido como «plancha de concreto» ha transformado radicalmente Mérida, generando un efecto de Isla de Calor Urbana (ICU) donde las temperaturas son notablemente más altas que en las zonas rurales circundantes. La sustitución de vegetación por superficies de concreto y asfalto ha alterado el balance energético local, provocando mayor absorción y retención de calor, con temperaturas récord como los 43.6°C registrados en 2015.
Las emisiones locales de gases de efecto invernadero también contribuyen al problema. Según el Inventario de GEI de Yucatán, los principales sectores emisores son el cambio de uso de suelo, energía (transporte y generación eléctrica), agricultura y residuos. La deforestación, ya sea para expansión agrícola, ganadera o urbana, no solo libera carbono almacenado sino que reduce la capacidad de los ecosistemas para regular el clima local.
Imparable la tendencia
Para el horizonte 2030, las proyecciones climáticas indican que las temperaturas máximas absolutas en Yucatán podrían alcanzar entre 44°C y 45°C durante los meses críticos de abril y mayo. Considerando el incremento proyectado de 0.5°C a 1.5°C sobre la temperatura media actual y el efecto amplificador de las islas de calor urbano, especialmente en Mérida, estos extremos térmicos representarán un riesgo sin precedentes para la salud pública y la infraestructura.
El panorama para 2050 es aún más alarmante, con las proyecciones señalando temperaturas máximas que podrían superar los 46°C o incluso alcanzar los 47°C en los escenarios más pesimistas. Este incremento de hasta 3°C sobre los niveles actuales transformaría radicalmente las condiciones de vida en la península, con periodos de calor extremo que podrían extenderse más allá de los meses tradicionalmente cálidos, afectando la viabilidad de actividades económicas fundamentales como el turismo y la agricultura.
¿Qué nos espera a los yucatecos? De continuar estas tendencias, enfrentaremos un futuro con olas de calor más frecuentes, intensas y prolongadas, mayor estrés hídrico, impactos en la agricultura tradicional y en la salud pública, especialmente para grupos vulnerables como adultos mayores y personas de escasos recursos. La habitabilidad de nuestras ciudades, particularmente Mérida, estará cada vez más comprometida durante los meses cálidos.
ACOM